Tutorial: cómo no gestionar una Final de la Copa Libertadores
Iba a ser el gran encuentro, el más esperado. Una final histórica, imborrable para ganadores, tristemente imposible de olvidar para los que no ganaran. El choque de la ciudad de Buenos Aires por excelencia expuesto al mundo, elevado a infinito. Pero no. Todo ha desencadenado en una serie de causas de surrealistas consecuencias que si se hubieran expuesto en formato guión cinematográfico harían temblar a manos expertas como Tim Burton, habrían creado un escalofrío a Stephen King y, evidentemente, habría indignado a otros expertos de la escritura más puramente románticos.
Como digo, iba a ser la final de las finales, y sí, está siendo histórico, pero en términos negativos, con carácter despectivo, con aura perjudicial incluso para la mente. Primero, por la lluvia. Luego, dos veces por la falta de seguridad que incluyó una agresión física directa a los jugadores de Boca Juniors y más de 3 semanas después desde que el encuentro de Ida en la Bombonera acabara con empate 2-2, sigue en pie, sigue activo, sigue sin resolverse.
Una Copa Libertadores histórica, sin duda, pero para mal, muy lejos de las expectativas, muy lejana a toda aquella posible idea de espectáculo. Un espectáculo está siendo, pero no como habitualmente estamos acostumbrados a saborear un producto como show o espectáculo. Para nada. Un espectáculo dantesco, que está mostrando sin tapujos los problemas sociales y culturales de un país que ha quedado al descubierto, que muestra una diferencia social alarmante y que ha mezclado deporte, política y sociedad en un caldero de dudosa gama y estado. Es más, parece que el caldero tiene grietas y por ellas se ha esparcido todo con sus protagonistas más cercanos sin saber cómo reaccionar, ni cómo limpiar, ni cómo reaccionar. ¿Se les ocurriría limpiar un líquido vertido por el suelo con un trozo de madera? Pues algo. Algo sin sentido.
Y lo peor. Que han pasado 3 semanas, que el tema aburre demasiado, que cada día surgen informaciones de todo tipo y cuando las cosas parecen confirmadas, cerradas, incluso oficiales, vuelven a surgir corrientes que lo desmienten, que no acaban de concretarse.
Temas como las fechas (primero la suspensión por la lluvia, segundo la suspensión por violencia), la sede del encuentro (Buenos Aires, Doha, Madrid... incluso Génova), los continuos comunicados de los clubes defendiendo sus posturas contrarias (uno como víctimas de la agresión, otros como restándose culpa de lo sucedido), incluso más recientemente negándose a disputar el encuentro en Madrid. Todo en bucle. A diario. Aburrimiento, pereza, desinterés generalizado.
La sede en Madrid, el último ejemplo. Después de un bucle casi infinito de informaciones, de corrientes inmensas, de grifos que parecían no tener fin, se daba la oficialidad: el Santiago Bernabéu sería la sede. Casi de forma express. El rumor nacía por la mañana, al mediodía, y al cabo de unas horas se confirmaba. El aburrimiento se mantenía, porque era un tema tan mediáticamente explotado que ya no era lo mismo, pero al mismo tiempo era una buena noticia (aunque algunos puntos de vista no llamaban a ello): se cerraba, se concretaba.
Ni siquiera así. Tras cerrarse el acuerdo entre RFEF, Real Madrid, CONMEBOL y el Gobierno Español, faltaría el nuevo giro inesperado (nótese la ironía) de guión. Al parecer los clubes (con cierto grado de razón) no están por la labor de que 'su' superclásico se dispute a miles de kilómetros, con un océano de distancia, en otro país, en otro continente y (en esto sí) se pusieron de acuerdo para postularse en contra de la decisión. Pero tampoco nos confiemos, ya que los clubes ya habrían tanteado alojamientos en la capital española, pese a no estar a favor de la medida.
¿Y Madrid? ¿Qué ocurrirá en la capital del territorio español? Domingo 9. En pleno puente, con carácter festivo, con las tradicionales luces navideñas ya activas, con el turismo navideño que sufre la ciudad, con una huelga de metro que sobrevolaba las fechas (finalmente parece que no ocurriría), con millones de ciudadanos argentinos que (por cuestiones diversas) viven en España, en países cercanos, en Europa, dispuestos a viajar a Madrid, con una ciudad colapsada de turistas que mantienen un alto porcentaje de plenitud hotelera (poneros en la situación de querer reservar 30-40 habitaciones en 2 hoteles diferentes con apenas tiempo y en temporada alta). Todo junto, parece una locura. ¿Y la seguridad? Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, aseguraba que todo estaría bajo control, e incluso las informaciones sobre seguridad ciudadana afirmaban que el dispositivo policial sería superior al de un Real Madrid-Barcelona (casi duplicándolo) para que nada se tradujera en imágenes similares a las vividas en Buenos Aires.
Primero, el aburrimiento. Luego, el surrealismo de todo en su conjunto. Esta Final de la Copa Libertadores a doble partido (la última de la historia del campeonato, por cierto) iba a ser histórica. Y lo está siendo, pero seguramente por motivos muy dispares y lejanos a lo pensado, a lo previsto.