La sombra de Florentino Pérez es alargada...
Todas las miradas se han girado en busca de la figura de un Lopetegui que llegó a un banquillo complicado como es el del Real Madrid cuando contaba con una plantilla que incluía a uno de los mejores goleadores de la historia. Cuando quiso darse cuenta, le habían arrebatado 50 goles de repente. Quizá no tenga él toda la culpa…
La sombra de Tito Flo es alargada…
Cuando en el fútbol las cosas van mal, primero se le echa la culpa al jugador que falla: un portero que se come un gol, un defensa que no marca al delantero rival, ese centrocampista otrora excelso que ahora no da ni un buen pase, el delantero que atraviesa una sequía goleadora… Es fácil echarle la culpa del rendimiento individual a un jugador. Se nota mucho cuando un tío está por debajo del nivel medio del equipo. Es fácil también subsanar sus errores. Banquillo, entra otro y a ver qué pasa. Lo peor que puede suceder es que el recambio sea incluso peor y el sustituido deba volver a entrar.
Si en lugar de ser un único jugador el que no rinde, los cambios suelen ser más drásticos. Varias nuevas caras en el once, cambiar de sistema, juntar piezas que a priori no encajan bajo ningún concepto…se prueba todo. Hasta que llegan las primeras voces que en lugar de arremeter contra los que se visten de corto, se vuelven contra el que está de pie en la banda, trajeado o en chándal, normalmente de brazos cruzados sin saber ya qué hacer.
El entrenador es la cabeza de turco perfecta. Le echas, traes a uno nuevo y la vida vuelve a ser maravillosa. Los jugadores que antes no corrían, ahora se deslizan por encima del césped a una velocidad que los rivales ni los ven. Ese balón que antes se iba a las nubes, ahora roza por dentro la escuadra rival. Ese bote que traicionaba al portero y significaba encajar un gol se convierte en un balón sencillo de atajar porque la presión de la defensa es tan asfixiante que los rivales prefieren deshacerse de la pelota en lugar de buscar buenas opciones de remate. Todo es perfecto. La vida vuelve a sonreírte. Pero, a veces, eso tampoco vale.
Así que, cuando son varios años de penurias, de promesas incumplidas, de derrotas cada fin de semana, de no levantar trofeos o no conseguir los objetivos prefijados de cada equipo…la gente se gira un poquito más. Si antes pasaron de mirar a los que iban vestidos de corto para abuchear al que esperaba de pie en la banda, suben un poquito más su mirada, concretamente en dirección a la Tribuna principal, hacia ese lugar de preferencia donde los asientos están recubiertos de una cómoda almohadilla, hay calefacción en los techados, monas azafatas bien maquilladas te esperan en el descanso con una suerte de viandas y refrigerios propios de una recepción oficial y las jugadas se repiten en los LCDs que hay dispuestos cada X asientos, no vaya a ser que alguien se pierda algo. Pocos son los clubes cuyos aficionados deciden que el problema es el presidente y menos aún los presidentes que comprenden que ellos mismos lo son.
Claro que… ¿quién se iba a girar hacia el presidente que volvió tras 3 años en el ostracismo para devolver al club a su mejor nivel? ¿Quién se iba a girar hacia el presidente que ha logrado lo imposible, dos Champions seguidas? ¿O quién se iba a girar hacia el presidente que consigue que el record no se quede en dos, sino que lo establece en tres Champions seguidas? ¿Quién se iba a girar hacia el presidente que consigue ganar cuatro Champions en cinco años? El estómago lleno es una de las peores formas de estar ciego.
Ese presidente cuyo último gran fichaje fue en 2014 y fue un tal Ja-Ja-Ja-James, el mismo que voló del nido camino de Baviera porque el entrenador carismático al que todos admiraban se la tenía jurada. Ese presidente por el cual la mayor estrella de la historia del equipo asegura en su última entrevista que abandonó el club, que poco menos y le espeta que es prescindible. Ese presidente que se queja de que el mercado está loco cuando él mismo fue el primero que lo reventó en 2013 pagando más de 100 millones por un tipo mediocre cuya mejor actuación ha sido jugar 5 partidos seguidos sin lesionarse. Ese presidente que se deshace de entrenadores como si fueran kleenex.
Quizá el problema no es que te falten 50 goles. Quizá el problema no es que el vestuario sea un imposible juego de egos. Quizá el problema no sea un entrenador arrancado de los brazos de la RFEF dos días antes de que abordase el mayor reto en su carrera. Quizá el problema tenga más que ver con que ganar la Champions todos los años haya hecho que el Madrid, en los últimas 4 temporadas, haya tenido una planificación deportiva de mierda, sin renovación generacional, sin fichajes importantes y sin un guion sólido para su futuro porque, total, como hay una Champions más en el salón de trofeos, qué puede ir mal…