El fútbol y los intelectuales
La semana pasada falleció Diego Armando Maradona. Una pérdida que conmocionó a mucha gente, a millones de personas en todo el mundo. Pero, al mismo tiempo, tal y como iba creciendo la ola de tristeza en redes sociales, fue ganando terreno otra corriente que parecía indignarse por cómo la gente era capaz de idolatrarle. Primero, porque "simplemente" un futbolista. Segundo, porque muchos de ellos se quedaban con la vida personal, y no tanto con lo deportivo.
Intentaré, fríamente, expresar lo siguiente.
Existe una corriente intelectual que asegura de forma rotunda el supuesto enfoque social del fútbol orientado, según ellos, a gente cuyos valores tienden a lo básico. Para paletos, vaya. Esa superioridad moral que se autoatribuyen siempre ha sido tema de debate social porque, evidentemente, no es cierto. Es una falacia. Una mentira mil veces repetida, sigue siendo mentira. Una mentira manipulada, pero manipulada. Dijo un día Alfredo Di Stéfano que "un burro con gafas de pasta, sigue siendo un burro" Pues eso. Esta corriente popular siempre atiza al fútbol como el entretenimiento de los incultos, de la gente básica, de los que no tienen interés por supuestos otros temas que intelectualmente están mejor vistos.
Esta corriente, que está rellena de demagogia y complejos personales escondidos, es curiosa. Curiosa por diversos motivos. Primero, porque si tan poco les gusta el fútbol le dan demasiada importancia. Segundo, porque ir al cine, ir a conciertos de jazz, leer poesía (algunas de esas actividades culturalmente mejor vistas) no tienen nada que ver con un partido de fútbol, por lo que la comparativa carece de peso alguno, pero ellos son los intelectuales y, entiendo, lo sabrán. Tercero, porque entre ellos existen divisiones y tampoco se aclaran. Saben que tienen que ladrar, que tienen que enfocar sus frustraciones personales hacia el fútbol, pero realmente se miran unos a otros sin decir nada para ver qué dice el del lado para ladrar igual o más fuerte.
Estos (supuestos) intelectuales no respetan, primero, el fallecimiento de una persona, ni, segundo, el sentimiento universal de tristeza. Lo de los valores éticos que les da la poesía, el jazz, el cine o el teatro (por decir algunos contextos) debe ocuparles demasiado tiempo como para seguir aprendiendo valores y maquillar su educación.
Ellos, ellas, saben escribir; nosotros, nosotras, no. Ellos, ellas, tienen una educación magnífica; nosotros, nosotras, no. Ellos, ellas, tienen estudios; nosotros, nosotras, evidentemente no. Ya tenemos suficiente los aficionados y aficionadas al fútbol con sobrevivir porque apenas sabemos respirar de forma autónoma. Nótese la ironía, claro.
Si ver fútbol es de paletos, soy paleto. Si apasionarse con el fútbol es de paletos, soy paleto. Si llorar por un gol es de paletos, soy paleto. Si sentir la pérdida de Maradona es de paletos, soy paleto.
Soy un paleto con estudios, que ha luchado por cumplir mis sueños, que he vivido fuera de casa ya en cuatro ocasiones diferentes, que he cubierto noticias históricas para uno de los más prestigiosos diarios del mundo. Soy un paleto que ha conseguido hacer de su pasión, su profesión. Soy un paleto que va a al cine una media de 4-5 veces al mes, que lee, que invierte en cultura, que ve cine escandinavo de vez en cuando, que aprende geografía gracias al fútbol (preguntadle a algún intelectual de estos en qué ciudad está el lago Ness, por ejemplo), que edita vídeos, que edita programas de radio, que escribe artículos a diario, que está escribiendo varios libros a la vez.
Y como yo, tú, o millones de aficionados al fútbol que sólo disfrutan con su pasión innata. Aunque, viendo la falta de respeto, de educación, de valores (esos de los que presumen y que tanto se asemejan a corrientes autoritarias), da igual que digamos que el cielo es de color azul. Si ellos dicen que es rojo, será rojo, y tú serás tonto, tonta.
Soy un paleto, pero un paleto que tiene las cosas muy claras. Quizás los intelectuales que tanto pregonan a los cuatro vientos sus corrientes no tengan tan claro su horizonte y arremeten contra todo aquello que tenga un mínimo de base consolidada.