El verdadero objetivo del Valencia esta temporada

Reconozco que he reescrito este texto porque el primer impulso fue, digamos, algo candente y no quería en el error de dejarme llevar en exceso. Aunque confieso, también, que sí quería expresar algo sobre esas palabras y líneas que no verán finalmente la luz.

Este Valencia tiene mala pinta. Tiene mala pinta a nivel institucional, tiene mala pinta a nivel deportivo y tiene mala pinta a nivel de sensaciones. El día a día tiene tintes dramáticos, surrealistas, polémicos, y cuando llega el fin de semana, y el fútbol debe actuar como brisa en la nube tóxica, nada de nada.

El Valencia vive una preocupante situación porque sus dirigentes están forzando la máquina aparentemente casi a propósito. Se están moviendo hilos en la sombra hacia un camino deseado por muchos, pero con los argumentos y las técnicas más autoritarias posibles, generando un aura de toxicidad, crispación, que empieza a preocupar de forma seria.

¿Puede descender este equipo? ¿Puede llegar a ese límite crítico este proyecto? La dinámica es preocupante. Si las cifras defensivas son de las más negativas, si dejar la portería a 0 es una misión casi imposible, y si la puntería escasea por su brillantez, el tema se vuelve realmente complicado para los intereses valencianistas.

La situación empieza a ser límite. Tal es la relevancia a nivel de preocupación en la capital del Turia que ya existen instituciones oficiales que empiezan a darse cuenta de que el club corre peligro seriamente. Y no se trata sólo de un club de fútbol, como pueden pensar muchos ciudadanos cuyo interés por el fútbol es nulo, o mínimo. El Valencia es un símbolo de pertenencia, una marca internacional que coloca a la ciudad en el mundo, un escudo casi cultural. Es mucho más que eso, por suerte.

El otro día leí a un aficionado afirmar que incluso el descenso podría ser una solución. Con el descenso de categoría, Peter Lim podría irse. El club ya no sería beneficioso para él. Su empresa ya no le interesaría. Y es una triste realidad que podría tener mucha más importancia de la que puede parecer aparentemente. Evidentemente, plantear un descenso como algo positivo puede sonar a poco lógico, incluso locura, pero cuando uno piensa fríamente que puede ser la clave primordial para la salida del máximo accionista (que no propietario) el contexto cambia.

El Valencia es una empresa para Meriton. Un negocio más. Cifras, números, dinero, movimientos de mercado para cubrir intereses externos. No saben lo que es el sentir valencianista, el patiment, un domingo de locura futbolística en las gradas de Mestalla (cuando se podía, claro). Y, pese a que existen informaciones que apuntan desde hace semanas a una posible venta accionarial de Peter Lim, oficialmente se apunta a todo lo contrario, creando un clima de crispación, desconcierto y casi tristeza que ha accionado la reacción del valencianismo.

Existe una realidad. El club está mal, y el equipo lo refleja en el terreno de juego. Un entrenador que no quiere seguir. Un capitán que públicamente ha señalado a los propietarios. Múltiples salidas sin sustitutos que han hecho explotar el proyecto. Problemas defensivos hoy sí, y mañana también. El horizonte preocupa. Preocupa mucho. Pero existe un argumento que (de momento) llama a la esperanza: queda un mundo por delante.

La ventaja del Valencia es que sólo es el mes de octubre. Quedan muchísimos meses para intentar cumplir con un objetivo que, por muy raro, surrealista o casi insultante que pueda parecer, es realista: la permanencia. Este Valencia no debe pensar en la Champions, ni en Europa League. Es la dura realidad porque pensar más allá de eso acabará produciendo enfados, crispación, y tristemente es algo que ya está instalado en los aledaños de Mestalla.

Así lo veo. Así lo confieso. Evitar el descenso es, ahora mismo, el objetivo más realista. Ojalá me equivoque, pero las sensaciones del equipo, el día a día informativo, no llaman a grandes cosas. Cuando antes se asuma, antes dejaremos de cargar con piedras en la mochila. Estoy convencido de que a día de hoy muchos, muchas, firmarían no descender. Y a partir de ahí, con más calma, solucionar el problema institucional. El grave contexto del club como institución.