Iñaki Aval nos recomienda un pronóstico para la Liga Santander.
El Villarreal no pasa por un buen momento, es más que evidente. Al reciente fallecimiento de Miguel Llaneza, uno de los grandes artífices del crecimiento deportivo de la entidad, se le unió la marcha de Unai Emery pocos días después, rumbo a un Aston Villa que pagó su cláusula de rescisión. Un movimiento tan inesperado, como difícil de paliar a mitad de curso. Entre los pocos entrenadores disponibles dadas las circunstancias, el elegido fue Quique Setién. Alguien que conoce bien la competición y que puede casar con esta plantilla de jugadores de buen pie y asociación, pero que demanda tiempo para inculcar unos conceptos muy concretos y algo diferentes a los del entrenador que les guió a ganar su primer gran título hace dos campañas y a, nada más y nada menos, que a las semifinales de la pasada Champions. La baja de Lo Celso, que estaba siendo uno de los destacados y que se postulabau como un intangible para el nuevo estratega, no ayudó a ello. De esta manera y, tal vez, por la falta de tensión competitiva en una Conference League donde ya había hecho los deberes en las cuatro primeras jornadas, explican que aún no conozca la victoria en los tres primeros partidos de Quique, destacando el duro 3-0 que le endosó el Lech Poznań el pasado jueves.
Ahora, se encontrará un rival que ha comenzado la temporada tal y como se esperaba, con evidentes limitaciones individuales, con planteamientos de mínimos y agarrándose a la capacidad para pelear balones en largo de Muriqi o la técnica en el golpeo de Kang-In Lee. Este RCD Mallorca de Aguirre, en línea continuista con la idea que le dio la salvación “in extremis” el curso pasado, es un equipo construido de atrás hacia delante, mucho más trabajado en lo defensivo que en lo ofensivo. Sí con capacidad para dañar saliendo rápido al espacio, pero, sobre todo, haciéndose fuerte mediante un repliegue que obligue al rival a inventar en campo rival. Buena prueba para testar la siempre trabajada pizarra ofensiva de Setién, aunque con el hándicap de saber que, mientras no se ponga en ventaja, se enfrentará a un bloque bajo y no a un rival que vaya picando en los anzuelos que prepare el técnico cántabro.