¿Qué pienso de Meriton y el Valencia?
Hablar del Valencia en los últimos años te lleva a un nombre directamente: Meriton. Todo lo relacionado a la propiedad del club te lleva, a su vez, a noticias grises, preocupantes, de tintes surrealistas, con cierto enfoque empresarial y no deportivo.
El Valencia está viviendo el momento más delicado de su vida. Es la realidad. Lo que llegó para ser un cambio importante para bien se ha convertido en un cambio importante, sí, pero para mal. La situación institucional se ha convertido en el tema principal de conversación y, de fondo, casi de forma secundaria, todo lo relacionado con lo deportivo parece un trámite.
Uno sigue la actualidad informativa del Valencia y de repente se da cuenta que llega el viernes y te acuerdas de que el equipo tiene partido de liga. Quizás no tan exagerado, pero la base es demasiado seria como para dejarla en el olvido.
La gestión institucional de Meriton (de sus representantes, básicamente) ha convertido un Valencia que podía ser considerado sin complejos el tercer equipo de España en un equipo a la deriva, cuyo objetivo real es sellar la permanencia y, a partir de ahí, lo que surja.
Hablar de retos europeos con el combinado valencianista es cuanto menos arriesgado, poco útil, lejos de la realidad e informativamente es una herramienta muy sutil de desviar la atención hacia lo preocupante realmente: el club tiene problemas. Tiene problemas serios.
La metodología del máximo accionista (a través de sus empleados) tiene ciertos tintes limitadores, por decirlo suavemente. Las decisiones que se han tomado desde las altas esferas en los últimos años no han sido realmente respetables y los numerosos mensajes alejados de la realidad para intentar vender su discurso han creado un clima de crispación, dudas y neblina que desvirtúa absolutamente todo.
El equipo sobrevive, no aspira a los grandes objetivos, mantiene la atención de sus aficionados con lo justo (se mantiene, entremezcla victorias con derrotas y grandes tardes con noches para olvidar) y el escudo parece ser la única razón por la que hay razones de peso para sentarse a ver un partido del Valencia. Su escudo, tus recuerdos y lo que has vivido desde que decidiste hacerte valencianista. Y poco más.
El Valencia está lejos de ser excelente, está lejos de su mejor versión (muchos aficionados crecieron con la mejor etapa histórica del equipo y se subieron al barco) y, tristemente, parece estar lejos de un cambio real.
Todo se resume triste y drásticamente en lo siguiente: mientras Meriton siga, nada va a cambiar de forma notable. Mientras ellos sigan, todo seguirá igual. Harán cambios, intentarán acercar posturas, intentarán crear campañas populares para que el hate se minimice, pero en el fondo seguirán trabajando igual, seguirán teniendo intereses por encima de lo deportivo y su metodología tenderá al estancamiento.
¿Pueden vender sus acciones? Pueden, de hecho existen informaciones que exponen ciertos movimientos en la sombra, pero nada nuevo en el horizonte.