Marcelino: Crónica de un despido anunciado
Varias semanas con rumores. Declaraciones que no hacían presagiar nada bueno. Intereses financieros superpuestos a los deportivos. El Valencia, durante todo el verano, ha sido un hervidero que sólo podía terminar de una manera. Y veremos cómo sigue.
Porque, sí. Al final, Marcelino García Toral ha sido despedido. Tal y como se había comentado desde diferentes medios durante todo el verano, puesto que el runrún existía. Pero para los valencianistas, sólo eran intentos de desestabilizar al club.
Porque, sí. Un entrenador sin experiencia real que fue a negociar a escondidas a Singapur, como bien decía Cañizares, olvidándose de todo honor y ética profesional, asestando una puñalada trapera a un compañero de profesión. Pero, en esta profesión, el compañerismo existe cuando tienes butaca en primera fila; el resto de días, se te olvida.
Porque, sí. Los motivos del despido del señor que llevó al Valencia a unas semifinales de un torneo 5 años después de vagar por el desierto y el que hizo levantar una Copa 11 años después, fueron puramente económicos. Y la “economía” tiene dos culpables: el señor que pone el dinero, el amarillo que controla todo desde Singapur sin tener ni puñetera idea de qué forma tiene un balón de fútbol, y el señor que mueve el dinero, ese al que sólo le interesa mover jugadores sin importarle un comino si sus representados están en un club que pueda favorecer a sus carreras.
Pero aún hay más. Ojalá existiese algún mercado que ofreciera la posibilidad de apostar por la titularidad de según qué jugadores, porque hay dos nombres que difícilmente se van a caer del once de Caín Celades: Kang-In Lee, el “Messi” coreano que todavía no ha demostrado absolutamente nada, y Ferrán Torres, que al menos sí que parece saber cómo uno debe trabajar sobre el césped.
Porque, señores, no se olviden de una cosa: Marcelino es destituido no por mal entrenador, ni por quejarse públicamente de la mala planificación ni de no haberle traído los refuerzos que él quería. Es destituido porque los “activos” más importantes del señor amarillo estaban chupando banquillo y, claro, no puede ser. Que él pone mucho dinero para tener un equipo en Primera División española y ese escenario publicitario no se puede desperdiciar.
Así que no se sorprendan de que los dos sean titulares indiscutibles, han de ser mostrados para conseguir una revalorización interesante y que el amigo Jorge Mendes pueda moverlos a otro club el verano siguiente. Porque en eso se ha convertido el Valencia: el club escaparate de Jorge Mendes.
Al “señor” Caín Celades, sólo queda desearle suerte. Mucha suerte. Tendrá no sólo una afición entregada (en su contra), sino que encima deberá afrontar los partidos sin su mejor once. Es lo que tiene decidir poner el culo sobre una mesa para poder ponerlo sobre un asiento en un banquillo. Porque cuando te falta calidad, hay que asumir las condiciones del jefe. Sin exigencias. Sin florituras.
Y a los valencianistas que puedan leer esto, paciencia. Es una pena lo que os está pasando, pero tarde o temprano, al señor amarillo se le acabarán el dinero y las ganas del juguete. Esperemos que en ese lapso no suceda nada suficientemente grave como para destruir el club. Pero, ahora mismo, sólo queda esperar y protestar en cada partido contra la directiva que está empeñada en ponerle piedras en el camino a su propio club.