La verdad de este Valencia
'Big Fish' fue una película que me marcó. Me marcó para bien porque descubría un mundo igual de interesante como de repelente, igual de extraño como de atractivo. Un mundo que narraba una historia humana, pero en un contexto ficticio, más preciso de los sueños más profundos que de la propia realidad conocida. Una narración brillante que entremezcla personajes dantescos y brillantes, actitudes de todo tipo y que da cabida a sentimientos como la amistad, el amor y la extravagancia. Una historia fantástica que, evidentemente, no pasó desapercibida en el mundo del cine.
En Valencia viven su 'Big Fish' particular. Un escenario surrealista con personajes dantescos, con protagonistas que no llevan capa pero parecen tener superpoderes (o ellos así lo creen), con historias personales de todos los tipos, con un sentimiento de unión y un desenlace que todavía no se conoce pero que, como ocurre en la obra de Tim Burton, tiene pinta de que puede dejarnos sorprendidos. Para bien o para mal, pero tendrá un desenlace que nadie sabe todavía hacia dónde tenderá la corriente.
Del Valencia se ha dicho ya todo. Institucional, deportiva y económicamente. Desde todos los puntos de vista. Desde todos los enfoques posibles. Desde todos los planos. Llevar más de un año narrando esta historia tiene ya pocos matices, pero sí quiero hacer hincapié en algo: el valencianismo debe tener clara la realidad.
Entiendo que el Valencia es un equipo histórico. Debo confesar que no creo que es un grande, porque para serlo considero que se deben tener poderes extradeportivos, toma de decisiones que superan lo futbolístico. Tramas muy turbias que muy seguramente tú y yo sepamos. Aunque, reconozco, creo que es algo bueno, de lo que sentirse muy orgulloso. Que vivan entre ellos, que se enfrenten entre ellos, que alardeen de sus poderes poco éticos entre ellos. El resto vivirán en un sentimiento continuo más puro, más innato, más natural, menos podrido, menos vomitivo.
Quizás no sea un grande, pero sí un histórico. Quiero hacer ese matiz porque es ahí donde recae el contexto real de este Valencia. Es un equipo histórico que está atravesando un momento muy delicado. Un momento que quizás sí preocupe. Es una realidad incontestable, pero debe crearse la conciencia real, sin matices, sin maquillajes, sin escenarios que se alejen de la verdad.
El Valencia es un equipo en problemas, pero hay que ser consciente de ello. El objetivo del Valencia ahora mismo es la permanencia, no descender, sumar el máximo número de puntos posibles. Hay que dejar de pensar en Europa, en clasificaciones para torneos europeos. Estaría genial, sería súper importante. Lo que queráis. Pero no. Este equipo no está preparado para eso. O al menos eso dicen sus sensaciones, sus partidos, su día a día, su contexto. ¿Puede ocurrir? Por supuesto. Y también puede ocurrir que el Borussia Mönchengladbach sea campeón de Europa. Sería romántico, incluso bonito como historia, pero ¿va a ocurrir? Me temo que muy posiblemente no. Pues con el Valencia, lo mismo.
La rutina del valencianismo tiene que basarse en algunos puntos que, según mi opinión, deben ser realistas. Este equipo no debe aspirar a torneos europeos. Este equipo tiene que aspirar a seguir en Primer División. Y a partir de ahí, lo que surja. Pero seamos realistas, seamos justos. Si el Valencia empata y saca un punto, bueno es. ¿Juegan mejor o peor? Lo primero es sumar, el mirar la tabla clasificatoria y estar lo más lejos de las últimas 3 plazas. Que no os engañen. Entiendo que un aficionado lógico preferiría sumar en todos los partidos que no firmar encuentros extraordinarios, pero sin ganar. Es un caso extremo, pero es la explicación perfecta.
Duele. Duele ver a este Valencia como institución. Duele ver todo lo ocurrido en el último año y medio. Claro, por supuesto que duele. Pero nada de eso, pararse a pensar en ello, hace que el equipo vaya a aspirar a más. Nada de eso hace que el equipo vaya a estar más saneado, más normalizado, más saludable. No. Por ello, aunque no sea el contexto exigido, deseado ni soñado, es la dura realidad que hay que asumir.
A diario quizás escuchéis lo malos que son unos, los malos que son otros. Y al revés. A diario quizás leáis sobre las decisiones correctas, o incorrectas del técnico, del buen partido, o malo, de un jugador determinado. Pero, por muy resultadista, simple o incluso vulgar que parezca, lo importante es que este equipo, este Valencia, sume, sume como sea. Ser rico, vestir bien, llevar el último modelo de teléfono móvil o tener un coche de lujo gusta. Claro que gusta. Pero, si tienes problemas, si de repente todo se va al traste, ¿qué lógica tendría seguir pensando en esa vida pasada? Frustración, sólo frustración.
Cuando antes se asuma que este Valencia debe sumar por encima de cómo se consigue será mejor. Es el día a día que toca vivir. Es el bonito sentimiento (creedme) de esperar toda la semana para que llegue un nuevo partido. Valorar ese partido como una visita a un ser querido que está en el hospital. Un momento para vivir, para incluso aprender. Un momento para no alardear, para no pensar en tonterías, sólo para ser conscientes del contexto real.
Este Valencia no puede aspirar a grandes cosas esta temporada. Es la realidad. Es la dura realidad. Y ni ahora son peores, ni antes eran mejores. El Valencia, su sentimiento, su mensaje de pertenencia, de tradición, de cultura, de arraigo, es el mismo. Es por eso aquello de "en las duras y en las maduras". ¿Quiere el valencianismo una situación más positiva? Por supuesto, totalmente, pero es el momento de disfrutar, de saborear incluso un triste empate 0-0. Se debe dejar de lado la comparación con el pasado. Dejar de lado ese mal de amores. Es el Valencia. Sobra el resto.