Andrés no os necesita
11 de Julio de 2010. Quedaba poco para la medianoche. Las manos de Iker Casillas eran las manos de todos los españoles, que intentábamos asirnos alrededor de esa estatuilla dorada tan deseada. El objeto de nuestras imaginaciones. Nuestro sueño materializado en un trofeo. Todo un país vibrando al mismo son celebrando que al fin habíamos conseguido lo que tantas veces nos había sido prohibido. Éramos Campeones del Mundo. La boca se nos llenaba con semejantes palabras, disfrutando de la sonoridad de cada sílaba, paladeando el aire como si de él se desprendiesen partículas del oro que recubría el título recién conquistado. Minutos antes, un tal Andrés Iniesta Luján bordaba su nombre con letras de ese mismo metal en la historia de un país en el momento más álgido posible. El gol lo tenemos todos en la memoria y no hace falta más que decir “el gol de Iniesta” para que se nos ponga la gallina de piel, como diría Cruyff.
Los siguientes meses pasarían entre adjudicación de galardones, entregas de premios y eventos multitudinarios, recibiendo a unos futbolistas que nos habían hecho olvidarnos a ratos de la mediocridad de nuestras vidas en un año especialmente duro por culpa de la crisis económica que asolaba nuestra piel de toro. Y, sin embargo, el premio más esperado, el más “seguro”, el más ansiado…nunca llegó. Contaba la leyenda que allá por 1960, un español había sido capaz de volver con una pelota bañada en oro, pero muy pocos lo recuerdan por haberlo vivido. Era nuestra oportunidad. La entrega en año mundialista era sinónimo de reconocimiento por parte del fútbol mundial de la hegemonía que comenzaba ese mismo día y terminaría 4 años después con el inicio de la próxima Copa. Y, sin embargo, ese enero de 2011, un chavalito argentino, con tan sólo 21 años, levantaría el que sería el segundo de sus 5 pelotitas doradas. Inexplicable.
Ha pasado el tiempo y las heridas siguen más o menos abiertas en los dolidos corazones de muchos aficionados que se sienten traicionados por el márketing y la pompa de las ceremonias que nada tienen que ver con el reconocimiento a los méritos futbolísticos de cada jugador. Cuando se vayan Cristiano y Messi, incluso Vietto podría ganar un balón de oro si fuera capaz de concentrar suficiente atención mediática como para desbancar a la gente que sepa jugar. Y hoy, France Football se rinde al mejor jugador de la historia de España. Un señor al que se le faltó al respeto desde su propio club obligándole a hacer campaña por Messi. Un señor que no necesita ningún reconocimiento a título individual porque sabe mejor que nadie que, para que él metiera ese gol, el esfuerzo de otros 10 tíos por detrás fue necesario.
Andrés Iniesta, ese señor que saltase al campo que saltase, saliese del campo que saliese, lo hacía siempre entre aplausos. Se han pagado miles de entradas sólo por verle jugar a él, no importaba qué bufanda enarbolases. Perfil bajo en sus declaraciones, siempre humilde, one club man. Un ejemplo, tanto para los niños que quieren ser futbolistas como para el adulto que no sabe manejarse con rectitud en su propia vida. No hay balones de oro en el mundo suficientes como para premiar su mera existencia.
Ningún español, ningún aficionado al fútbol a nivel mundial, ningún compañero ni ningún rival tiene la más mínima duda de que, con o sin balón de oro en sus estanterías, Andrés Iniesta es el ganador del Balón de Oro del 2010, merecedor de muchos otros más y el mejor jugador que se puedan haber visto en muchas generaciones. Porque Messi es muy bueno haciendo lo que sea, Cristiano es un delantero insaciable, hay muchos otros figurines que se creen cracks mundiales, pero absolutamente nadie pisa el verde con la elegancia que lo hace el de Fuentealbilla, absolutamente nadie hace esos controles imposibles y absolutamente nadie más sale de un partido diciendo que si hace tan bien las cosas es porque sus compañeros son mejores que él.