¿Es realmente tan mala la Superliga Europea?
La Superliga Europea ha sido uno de los temas de la semana. Primero, porque lo confirmó oficialmente Josep Maria Bartomeu antes de anunciar su salida del Barcelona (lo de morir matando, que se dice) y, luego, porque se han dado las primeras grandes pistas de un proyecto que está muchísimo más adelantado de lo que podía parecer.
No se hablaba de ello, y quizás ese sea el gran peligro. Muchas veces son las cosas más relevantes las que ocurren en la sombra, las que no ven la luz. En este caso, parece, una más. Y es que sería una revolución total y absoluta que fabricaría un nuevo campeonato entre los equipos más poderosos del fútbol europeo para seguir potenciando sus arcas, para seguir potenciando el conocido como fútbol moderno. Prioridad absoluta al dinero, al marketing, y dejando de lado el concepto de fútbol como se habría conocido hasta ahora.
He leído de todo en los últimos días. Gente en contra, la mayoría, pero también gente a favor. Como siempre en redes, dos corrientes. Unos a favor, otros en contra. Unos diciendo que es una maravilla, mientras los otros afirman que el final del fútbol está cerca. Luego está la realidad: lo critican, pero acabarán viéndolo, pero no lo dirán, claro.
Yo lo tengo claro. Sería un producto televisivo, que no deportivo. Un producto enfocado y priorizando lo económico que sería de todo menos fútbol. Grandes clubes, grandes futbolistas, grandes focos, grandes partidos. Pero poca esencia, poca naturalidad, incluso poco atractivo. Un fútbol en el que los aficionados pintarían poco, pero ¿es que importan actualmente? Jugar partidos en estadios vacíos es la clara muestra que lo que importa es que se jueguen los partidos para que los contratos se cumplan y, en consecuencia, se cobren. Afirmaban que había que acabar la pasada temporada porque era vital para las arcas, para asegurar las cuentas, para cobrar los acuerdos con las televisiones.
Bien. Se acabó. ¿Por qué se inició otra vez si la situación sanitaria por el coronavirus es idéntica? Bueno, está claro. Dinero. Money, money. Y ahí los aficionados, por contradictorio que parezca, pintan muy poco. Esta nueva Superliga sería eso. Los ricos, los poderosos, enfrentándose entre ellos en algo así como una 'liga de caballeros' (si no habéis visto la serie "Un juego de caballeros", os dejo la recomendación).
Y quiero aprovechar estas líneas para mandar un mensaje a todos los aficionados indignados por ver cómo se va al traste el fútbol como lo conocíamos desde que éramos pequeños, cuando nos éramos, cuando nos enganchó, cuando nos atrapó. Seguramente, la gente que se indigne con esto, un alto porcentaje no será de los equipos protagonistas. Estoy convencido. A vosotros, a vosotras, me dirijo. Dejad que se marchen, dejad que jueguen su liga de caprichosos, que jueguen su campeonato de ricos. Lo bueno es que es entre ellos, que no implican al resto. Harán cosas de poderosos y entre ellos acabarán creando nuevas diferencias.
El resto, desde abajo, desde un segundo plano, a lo suyo. Sí es cierto que si esta Superliga no supone la salida oficial de sus torneos nativos y nacionales complica un poco el tema. Pero, soñemos. ¿Imagináis que los grandes se van de sus ligas para ser egocéntricos con otros egocéntricos? El resto de equipos serían libres, tendrían más libertades, más opciones, más oportunidades. Todo se igualaría más.
Dicho esto, claro, pensando en ese platónico escenario donde los grandes se van de verdad. Sería como una relación tóxica. Ellos se irían y el resto quedarían libres, con un peso menos, dispuestos a disfrutar con el nuevo escenario, dispuestos a volver a ser ellos mismos. Quizás con alguna dificultad al principio, pero libres, más importantes, más relevantes, con sueños más realistas.
Creo, sinceramente, que si los ricos quieren ser más ricos, que lo sean. Que sean asquerosamente ricos. Que se lleven todo el dinero dle mundo para liderar las clasificaciones monetarias. Sí, esas listas que luego en un contexto de coronavirus provoca pérdidas, ERTES, y locura ante un escenario nada controlado que echa todo por tierra. Pero ellos son ricos y nunca entenderán lo que es un gol que da un ascenso, lo que supone una clasificación para la competición europea, lo que supone el mar de amores que provoca un descenso.
Por suerte para los pequeños, para desgracia de los ricos, no sería tan trágico, no sería tan negativo. Sería una liberación, sería una apertura de puertas para los que piden un fútbol más justo. Pero que se vayan de verdad, que se marchen con sus ombligos y sus espejos para mirárselos entre ellos.
De verdad. Quizás no sea tan trágico. Dolería porque supondría el fin del fútbol como lo hemos conocido siempre. Pero, os pregunto. ¿En serio pensáis que ese fútbol no existe ya? ¿Pensáis que este tipo de torneos de equipos ricos no existe? Sólo hay que ver los campeones de la Champions League en la última década. Muy pocas sorpresas, muy pocos hechos y cambios reales. Es la realidad.
Esta Superliga sólo sería el paso oficial, pero en el otro bando podría ganarse en libertad, en reencuentros de sensaciones perdidas, de identidades, de sentimientos. Sería el primer paso del futuro fútbol. Estoy convencido. Ellos acabarán yéndose. Ocurrirá. No sabemos cuándo, ni cómo, pero los 'pobres' no importan, los 'pequeños' sobran. Lo que ellos no saben es que también importan poco más allá de sus fronteras, ellos también sobran en ese 'otro fútbol' que es maravilloso.