Valencianistas, ¿y ahora qué?
Ha acabado una de las temporadas del Valencia más surrealistas que recuerdo. Y ya no por lo deportivo, porque al fin y al cabo, sí, ha estado muy por debajo de lo esperado. Pero, ¿sabéis? En unos meses todo debería (pongo en condicional porque la situación sanitaria no asegura nada) volver, partir de cero, y seguir semana a semana lo que ocurra. Una temporada, como digo, surrealista. Ha tenido de todo.
Si vienes de ser campeón de Copa del Rey ante el Barcelona de Messi, de clasificarte de forma épica para la Champions, teniendo una de las mejores plantillas del país, con algunos de los jugadores más deseados y con una dupla Mateu Alemany-Marcelino que tenía casi el cien por cien del apoyo popular, evidentemente, la temporada actual ha sido un paso atrás. Digo paso atrás porque no creo que sea un fracaso. Si esto fuera un fracaso, ¿qué sería haber descendido? La era de la bipolaridad, de los blancos y negros, de la felicidad y la tristeza, de la ilusión y de la indignación.
Pero evidentemente han pasado cosas negativas, raras, inesperadas, casi de ciencia ficción. Dejando de lado la crisis sanitaria del coronavirus que nos quedará grabada de por vida, ha sido una temporada que puede marcar un punto de inflexión también en el valencianismo. En la afición, claro, porque los síntomas del club como institución, de sus dirigentes, tristemente parece que no va a cambiar nada.
Acaba una temporada gris, de tintes tristes, decepcionantes. Y lo peor de todo. Uno se para a escribir estas líneas, reflexionando, mirando con calma del que es conocedor que vienen semanas sin partidos porque todo ha acabado en este curso, y el horizonte no es nada claro. Dudas, muchas dudas. Muchas preguntas que se convierten en retóricas porque no reciben respuesta alguna. Y los pocos mensajes que se emiten desde el seno del club son cuanto menos preocupantes.
¿Y ahora qué? Se ha acabado la temporada. El Valencia no jugará en competición europea el próximo curso, la propiedad necesita dinero para ajustar cuentas, parece que muchos jugadores saldrán este verano, el club no mueve ficha para intentar cambiar el clima (todo lo contrario, parece que seguirá todo igual) y las preguntas se acumulan cuando paras 5-10 minutos a mirar al horizonte. La brisa es agradable, pero uno se da cuenta que es esa típica brisa veraniega que es el prólogo de una tormenta de las que arrasan, de esas que son cortas pero intensas. Lo típico en verano, vamos.
Si el clima en Valencia ahora mismo ya es de por sí caliente (por aquello del verano y la zona húmeda de la capital del Turia) el tema futbolístico sólo hace que aumentar las temperaturas, sólo hace que hervir un agua que está cerca de rebosar de la cazuela. El valencianismo está quemado, mucho. La afición valencianista no quiere que su equipo descienda (como dijo alguna iluminada recientemente), pero la situación tampoco ayuda.
¿Quién va a ser el próximo entrenador? ¿Tendrá libertad total a la hora de trabajar? ¿Cumplirán sus promesas desde el club para fabricar un proyecto a la altura de una temporada en la que volver a Europa será el gran objetivo? ¿Llegarán futbolistas de primer nivel o seguirá todo sometido a un guión escrito por Peter Lim y dirigido por Jorge Mendes? ¿Se reanudarán las obras del Nou Mestalla (que de nuevo tiene ya poco, por cierto? ¿Se darán cuenta en la propiedad que no son los dueños? ¿Se darán cuenta que tener la mayoría accionarial sólo les otorga eso, ser los máximos accionistas, y que no sólo ellos son los accionistas del club?
Un mar de dudas, de preguntas, de misterios sin resolver. Un mar de dudas con meses por delante que algunos querríamos resolver. Pero conociendo el origen, conociendo el camino recorrido durante los últimos meses, sólo esa ilusión innata del reinicio, del partir de cero, y de un sentimiento que (digan lo que digan) seguirá estando ahí, harán que el valencianismo tenga un mínimo de esperanza.
Y ahora una pregunta tan directa, sincera, como real: ¿puede esto ir a peor?