Tiempos de desamor en Valencia
El Valencia actual es esa novia del que has estado enamorado desde el primer día que la viste y ahora, de repente, te quedas mirando, desde fuera, y te decepciona de cómo ha cambiado todo. “¿Eres tú?”, te preguntas interiormente como buscando una respuesta que despeje todas las dudas de repente, por arte de magia.
Pero sí, en serio, te quedas mirando, te quedas observando y en tu mente sólo aparecen esos momentos bonitos, esos recuerdos, esos instantes que te hicieron volar, que te hicieron soñar, que incluso te hicieron sentir especial. Y lo peor de todo, que hace poco, que fue hace no tanto.
¿En serio este Valencia hace un año conquistaba la Copa del Rey y sellaba la clasificación para la Champions? ¿De verdad? ¿De verdad eres tú, Valencia?
Un equipo sin alma, sin carácter, sin personalidad, falto de aspiraciones, de sueños platónicos. Un equipo que por segundo partido consecutivo no lanzó a portería. Un equipo que ya no tiene excusas.
Evidentemente, todo lo que empieza mal tiende a no salir bien. No digo mal, pero no sale bien. Y cuando el pasado verano todo explotó con el tema Mateu Alemany digamos que el ambiente empezaba a ser algo similar a esas escenas del género misterio en el que suena una música inquietante, con una niebla que empieza a aparecer casi de la nada como si de un personaje independiente se tratara.
Algo pasaba, y algo venía de camino. Como dirían los ingleses, o los modernos, algo mal was coming. Y sí, así era. Pronto explotó la primera bomba, pero la reacción social del valencianismo paró momentáneamente una explosión que sí ocurriría semanas después. El adiós de Mateu Alemany y Marcelino García Toral fue aquel lejano sensorialmente (que no en el tiempo, menos de un año) momento en el que todos sabíamos que algo se estaba cociendo. Y nos equivocábamos.
Esta temporada ha sido una montaña rusa. Todos sabíamos que el tema estaba complicado, que no convencían, que no nos enganchaban, que no nos maravillaban, pero el equipo encadenaba una de cal y otra de arena.
Mientras sumaba sensaciones grises en muchos partidos, por otro lado, enamoraba con victorias en Londres o Ámsterdam y sellaba su clasificación para estar entre los mejores 16 equipos del fútbol europeo. ¿Era el mismo equipo? Nos sorprendía, pero siempre quedaba el comodín continental. Sabíamos que la clasificación europea ya empezaba a ponerse, digamos, rara, pero el equipo se había clasificado para Octavos de Final de la Champions y, bueno, digamos que se tranquilizaba la parroquia...
Pero se acabó. No falto de polémica, por la crisis sanitaria del coronavirus y una cuestionable toma de decisiones por parte de la UEFA, pero se acabó. Y entonces, lo que sabíamos que iba a mal acababa de quedarse como único escenario. La obra era mala, pobre, sin guión, sin escenografía, vacía, pero tenía una iluminación muy bonita. Pero llegó el apagón y el único foco era barato, de dudosa calidad y todo acabó explotando.
El Valencia ha explotado. El Valencia no se sostiene. Las sensaciones del equipo son pobres, por ser correcto. La imagen del equipo es gris, por no caer en el error de usar términos poco éticos. Y el entrenador... ¡Ay el entrenador! Es injusto meterse con Celades porque nunca ha dicho que venía como salvador. No era Mourinho, ni Guardiola. Lo sabíamos tú, yo, Celades y los jugadores. Lo que sí se puede criticar es su tono, su discurso. Igual de insulso y falto de argumentos en sus primeros días como entrenador como ahora, tras uno de los peores partidos del equipo en años, tras perder en Villarreal.
¿Debe seguir Celades? Puede ser una de las preguntas a responder, pero, ¿es la única pregunta? ¿Debe seguir Anil Murty? ¿Debe seguir César Sánchez? ¿Debería Peter Lim plantearse vender su parte del accionariado? ¿Debería el Valencia reconvertir y regenerar el proyecto este proyecto verano con salida de jugadores?
Un Valencia 2019/20 nacido de una explosión allá por el mes de agosto que quiso enamorarnos con regalos, nos compró con detalles sueltos, nos enganchó con noches románticas y bonitas, nos maquilló el desamor con palabras y frases sueltas. Pero sí, aquel Valencia que nos enamoró hace poco más de un año ha desaparecido.
El amor sigue y seguirá latiendo, pero corren tiempos de desamor, de cierto dolor, de cierta impotencia, de ciertas dudas, de muchas preguntas y, sobre todo, corren tiempos de silencio, de pocas respuestas, de discursos grises, faltos de alma. Una rutina que duele, que rompe corazones, que quiebra hasta al más duro del lugar. Un amor que debe regenerarse a base de cambios. Cambios importantes, de los de verdad.