¿Por qué nadie se acuerda de Mohamed Salah?

Mohamed Salah es una realidad que se ha ido contrastando cada vez más en los últimos años. Su explosiva primera temporada en el Liverpool no fue fruto de la casualidad. Ni la segunda, ni la tercera, ni la cuarta, ni evidentemente la presente. Después de cinco años como jugador Red, el rendimiento del egipcio le permite ser considerado uno de los futbolistas más determinantes del mundo del fútbol.

El Liverpool tiene en él un seguro de vida, una tranquilidad omnipresente, una herramienta vital a la que acogerse cuando los contextos se ponen serios. Su rendimiento en Anfield ha sido tan sorprendente como contundente, tan inesperado como (ahora) incontestable. Nadie esperaba un nivel goleador tan rotundo, voluminoso, de dimensiones descomunales.

Salah era un jugador para rendir y brillar en el mundo del fútbol. Sin lugar a dudas, pero su vuelta a Inglaterra allá por 2017 creó un punto de inflexión que todavía actualmente sigue creciendo y expandiéndose. Se ha transformado. Ha evolucionado desde su perfil de futbolista creador de peligro hasta convertirse en un auténtico depredador del área. Y algo mejor, que no se destaca: técnicamente es un privilegiado. 

Este texto nace del gol que consiguió hace unas semanas frente al Manchester City. Aquel primer movimiento, aquel control, aquel gesto, y (sobre todo) aquel recorte. Si ese gol lo hubiera firmado Leo Messi hubiera tenido mil veces más eco. Y no. Ni es una exageración hacia el egipcio ni un menosprecio hacia el argentino. Simplemente se trata de intentar entender la razón por la que Salah no tiene el eco informativo de otros.

Este fin de semana hizo algo similar. Quizás algo menos eléctrico, pero con los mismos tintes de calidad excelsa. En centímetros, recortes a la alturas de los más privilegiados, cruzándola perfecta. Volvió a hacerlo. Volvió a firmar una obra de arte ante el Watford. Todo ello tras asistir de forma mágica a Mané.

Juega en la mejor liga del mundo, en el torneo más mediático, en uno de los equipos más seguidos del planeta, en un club histórico. Está viviendo un momento de forma extraordinario, firmando cifras goleadoras de un auténtico genio, demostrando tener una técnica al alcance de muy pocos. Entonces, ¿por qué nadie habla de Mohamed Salah como el mejor jugador del mundo?

Me parece cuanto menos curioso. Tiene argumentos de sobra, tiene bases más que sólidas para presentarse seriamente a las oposiciones del futbolista más determinante del mundo. Pero a nivel informativo no tiene el eco, o al menos no llega como debería. Semanalmente hemos convertido en rutina algo que es maravilloso. Curiosamente, como ha acabado ocurriendo con Messi y Cristiano. La dulce rutina de la excelencia que acaba normalizando lo extraordinario.

Reitero en lo comentado anteriormente. Revisen el gol que le marca al Manchester City. Esos gestos, esa capacidad de determinar, de marcar la diferencia en espacios reducidos. ¿No les recuerda a Messi? Totalmente, y eso son palabras mayores. 

Y no, no me estoy dejando llevar por la embriaguez o el éxtasis de esa jugada concreta. Es la cada vez más numerosa lista y registro de detalles técnicos de ese tipo lo que me ha llevado a plantearme la razón por la que Salah no aparece entre los mejores jugadores del mundo. 

Me temo (y creo que no voy desencaminado) que tiene algo que ver con su personalidad, imagen en redes sociales y su 'ruido' más allá de los terrenos de juego. Al menos a nivel mediático. Y, entonces, sí me parece lógico, pero también triste e injusto.