¿Hasta cuándo va a seguir el ridículo?

Luis Enrique y polémica es una de las parejas más longevas del fútbol español. Partiendo de su etapa como futbolista hasta la actualidad. Su carácter, sus declaraciones y su toma de decisiones nunca parecen haber encontrado una línea de apoyo popular. Ni para bien, ni para mal. Siempre ha tenido gente a favor y, también, aficionados que han ido en su contra.

El técnico asturiano fue elegido como seleccionador en julio de 2018 y desde entonces una fuerte corriente social ha querido dañar su imagen. Ya para empezar, de la nada, muchos aprovechaban su ya por aquel entonces extinta carrera como jugador y su paso por el banquillo del Barcelona (donde demostró con creces que era un entrenador válido) para no comprar su discurso.

Daba igual lo que dijera. No importaba lo que quisiera proponer. No valía para el puesto, y ya está. ¿Para qué argumentar o ser una persona sensata cuando puedes vomitar tu frustración contra alguien? Y, más de tres años después, todo sigue igual. O peor, si me permiten.

Los últimos meses han dejado claro que sus detractores no tienen ni pies ni cabeza. Su discurso, claro. Una parte de los aficionados españoles han cuestionado cada una de sus declaraciones, cada una de sus decisiones, cada uno de sus gestos y él, Luis Enrique, se ha desenvuelto con la misma soltura, claridad, transparencia y personalidad que siempre le ha caracterizado. Incluso más, me atrevería a decir. Y eso, claro está, no ha gustado porque no ha caído ni ha sido sometido como muchos querrían.

La no-convocatoria de Sergio Ramos. Una lista para la Eurocopa sin jugadores del Real Madrid. Futbolistas que no son tan mediáticos. Decisiones que no gustaban a los millones de 'entrenadores de sofá y cerveza' que inundan las redes sociales. Unos entrenadores (los de mentira) que siguen empeñados en atizar al técnico asturiano pese a que una aplastante realidad les sigue ahogando cada vez que el equipo hace acto de presencia en las últimas grandes citas.

España fue semifinalista de la pasada EURO 2020 (aquella que se disputó en 2021) y ha sido subcampeona en la Nations League 2021. La misma España que está haciendo debutar a una inmensidad de jugadores, la que se sale del guión escrito y la que ofrece un discurso tan diferente, enigmático como rentable.

“¿Pero quién es Gavi? ¿Cómo le lleva convocado?”, pues fantástica fase final de la Nations League que se ha marcado el chico con apenas 17 años. Todavía no puede ejercer su derecho legal al voto, pero maneja sobre su espalda la presión mediática como tú y yo no conseguiremos hacer nunca. Ahí ha estado, gracias a Luis Enrique.

¿De verdad no se dan cuenta o son tan egocéntricos y crípticos que no quieren reconocerlo? Mi lógica quiere pensar que es lo segundo, que siguen adelante porque realmente es un juego. El juego de las redes sociales. El juego de ir a contracorriente. El juego de estar indignado casi por automatismo aunque la realidad no pare de darte de golpes y estés casi contra las cuerdas. 

Ellos, ellas, saben que Luis Enrique está tomando buenas decisiones. Ellos, ellas, saben que España está rindiendo bien. Los resultados están ahí. No son excelentes, pero son de notable alto, aunque no quieran reconocerlo. Todo el mundo sabe que España quizás hoy estaría celebrando un título de no ser por una herramienta (el VAR) que sigue teniendo ángulos muertos y vacíos legales que aportan más problemas que soluciones.

Sigue doliendo que alguien que no casa con cierto sector del país sea el técnico. Sigue doliendo a una (gran) parte de la prensa que no ofrezca lo que ellos creen que debe hacer (sí les beneficia para mantener su línea informativa basada en generar ruido, pero nunca lo reconocerán). Sigue doliendo que no lleve a ciertos jugadores de ciertos clubes. Da igual que España esté firmando buenos torneos, que esté llegando a las rondas finales. No importa.

Aquí defenderemos a Luis Enrique siempre y cuando los resultados lo permitan. Está ocurriendo, está pasando. El día que no sea así simplemente llegará el momento de aire fresco. Pero nunca de usar argumentos de baja calidad y temas del pasado para decir si una cosa está bien, o mal.

¿Hasta cuándo va a seguir el ridículo?