Gracias, Jurgen.

Soy admirador de Jurgen Klopp desde su etapa en Dortmund. Siempre han dicho de él que era un showman, y poco más, que se camuflaba en un personaje ficticio de cara al escaparate mediático de las cámaras para silenciar algunas carencias técnicas. Admiro al Jurgen entrenador. Admiro, y casi amo, al Jurgen showman. Me parece uno de los entrenadores más espectaculares que tiene el fútbol mundial desde hace años.

Hablar bien hoy de Klopp es fácil. Viene de ser subcampeón en Inglaterra de forma histórica, de ser campeón de Europa, de ser supercampeón de Europa, de ser campeón del mundo a nivel de clubes... y treinta años después, campeón de la Premier League.

Un entrenador que ha visto recompensado de forma absoluta, rotunda y casi autoritaria sus pérdidas pasadas. Jurgen Klopp era un showman, pero con los años había pasado a ser considerado un entrenador que acumulaba finales perdidas, títulos que se escapaban sobre la bocina... Pero, ahora, un año después desde aquella histórica noche en el Wanda Metropolitano, el destino ha hecho justicia a la figura del técnico alemán.

Un entrenador tácticamente a la altura de los grandes. Un entrenador fiel y compañero de sus jugadores que ha conseguido de su cercanía y amistad un punto fuerte. Lejos de crear falsos contextos que pudieran acabar en exceso de confianza de sus futbolistas, es capaz de crear un proyecto sólido como pocos. Un showman al servicio del espectáculo por su, digamos, peculiar personalidad que ha creado un vínculo imborrable en las retinas de los aficionados del Liverpool en Anfield.

Un tipo diferente. Un hombre que ha entrado en la historia del Liverpool. Una persona que llegó en mitad de una temporada que cumplía las rutinas del equipo, cuando los Reds firmaban campeonatos irregulares, donde ya acostumbraban a quedar fuera incluso de Europa. "I'm the Normal One", dijo durante su presentación. Y, sí, quizás ahí recae su gran punto fuerte, su aspecto más importante. No es un entrenador más.

Es uno de los mejores técnicos del mundo, por no decir el mejor. Digamos que sí, que es el mejor del mundo. O al menos reto en estas líneas a cualquier valiente que me ofrezca un nombre que intente igualarle a nivel de títulos, a nivel deportivo, a nivel de sensaciones. Impensable que le iguale.

Klopp se merece todo lo vivido durante el último año. Jurgen Klopp ha vivido, seguramente, el año más importante de su vida, de su trayectoria como entrenador profesional. Y lo ha hecho de forma totalmente merecida, tanto por lo trabajado como por lo vivido en la última década.

Pensaba, decía, expresaba, en la previa del Liverpool-Tottenham en Madrid hace un año que era la Final de los entrenadores 'perdedores', y parecían palabras mayores cuando los protagonistas eran nada más y nada menos que Klopp y Pochettino. Pero era así. El técnico que fuera campeón aquella noche se quitaría la losa de muchas derrotas sobre la orilla, y la balanza se decantó a favor del alemán. Y vaya cómo lo hizo. Aquella copa de Europa abrió un grifo de títulos histórico.

La espera finalizó. El Liverpool vuelve a ser campeón de Inglaterra. Treinta años después, treinta años en los que los de Anfield no conocían la sensación en primera persona de ser campeones de la Premier League.

Su último título era en 1989, antes del cambio de formato firmado en 1992, y las calles de Liverpool volvieron a teñirse de rojo en términos ligueros. Por Kenny Dalglish, por Gerrard. Así de sincero y emotivo se mostró Klopp en la primera entrevista tras la confirmación oficial.

Jurgen, te lo mereces. Te lo mereces por cómo eres. Te lo mereces por cómo tratas a los tuyos. Te lo mereces por ser fiel a tu personalidad y carácter. Te lo mereces, por encima de todo, por ser un entrenador extraordinario.