Crónica de una muerte anunciada


Hace poco más de un mes, criticaba la ausencia de honestidad en las palabras de Abelardo. Criticaba su idea inicial, su juego pésimo y su bajada de pantalones a la realidad. Ese partido le salió bien de milagro y, desde entonces, y siempre ciñéndose a la idea lógica que había propuesto en un principio, ha ido cosechando grandísimos resultados. Hoy, me toca hacer lo contrario: criticar el exceso de honestidad.


Pero no será en Vitoria, donde las cosas van más o menos bien. Nos vamos a una distancia que, por increíble que parezca, son 2.000 km exactos de distancia desde Mendizorroza. Nos vamos a Gran Canaria, donde Paco Jémez ya ha esparcido sus tentáculos por todos los cuartos del feudo pío-pío. Nos vamos a unas islas que están atestiguando un hundimiento que nada tiene que envidiar al del Titanic.


El juego de Jémez empezó siendo antitético a sus preceptos básicos: metió un gol y se echó para atrás, le dio el balón al rival, aguantó 60 minutos de asedio y acabó encajando un gol, pero rascando un empate, a la postre, estéril. 1-1. Desde entonces, 3 paridos, 1 gol marcado, 12 encajados, 3 derrotas y ni un solo motivo de optimismo para sus seguidores. Eso sí, ha vuelto a lo que dijo que iba a hacer, ha sido fiel a sus principios y ha puesto equipos muy ofensivos. Pierdes, pero con la cabeza bien alta. Que no se diga luego que sacaste algún punto jugando feo…


Pero el culmen de su sacrílego aferramiento a una idea estúpida ha sido el sábado en Montilivi. Llevas unas 2 semanas al mando del equipo y, sin haberlo probado previamente, decides que vas a jugar con un 3-3-4, esquema nunca visto en la UD Las Palmas, con 2 supuestos carrileros que realmente no han corrido para atrás en su vida y con un centro del campo que recupera menos balones que Cristiano Ronaldo. Pero es que vas a intentar hacer que funcione precisamente contra un equipo que domina ese estilo de juego, que lleva años haciéndolo, que se las sabe todas sobre ese sistema. Intentas ponerle un espejo cochambroso delante al Girona y que se crea que son ellos mismos a ver si les da un trombo en el cerebro, se asustan y te dejan ir en paz. Como un gato cuando ve un pepino.


Pero lo cierto es que de un señor cuyos logros son 5 despidos, un ascenso del cual no le dejan hacerse cargo al año siguiente, 4 años en Vallecas sosteniendo al equipo para, al final, descenderlo, dirigir sólo 6 partidos al Granada y dejarlo bendecido, irte a México como si fueras el creador del fútbol y volver apaleado por prensa y aficionados tras tu enésimo fracaso… no se puede esperar mucho más. Sabías lo que te iba a dar deportivamente. Sabías lo que te iba a dar extradeportivamente (ruedas de prensa, declaraciones, actitudes,…). 


Pero reconozcamos que no todo el demérito es atribuible a Paco. Toda la temporada ha estado caracterizada por una defensa grancanaria que ha sido una verbena, un baile constante en la portería buscando quién lo hace menos mal y una delantera incapaz que no hace un gol ni al arco iris. Podemos perfectamente personificar el 6-0 del Girona en un individuo: Peñalba. El tipo lleva, literalmente, 15 días en el club, y el partido en Montilivi lo disfrutó como un espectador más, porque lo que se dice trabajar, trabajó poco. Verle levantar la mano en 2 de los 3 primeros goles locales fue toda una maravilla, una oda al buen gusto futbolístico, como el relámpago que te deslumbra antes de que el trueno te sacuda con su rotundidad: era verle dejar de correr y sabías que se venía un gol. Y, como el trueno, aunque lo estabas esperando, no dejaba de sorprenderte.


Lo cierto es que Jémez tiene una papeleta impresionante. Ahora, desde la presidencia del equipo, le instan a recular con el tema de Rémy y sus insalvables diferencias. Parece complicado que Paquito Todopoderoso se desdiga y rectifique, juraría no haberle visto nunca hacer algo semejante. Pero tampoco le he visto hacer mejor a un club y él sigue convencido de hacerlo a todos los que va. ¿Qué le depara el futuro a la UD Las Palmas con Paco Jémez?