El VAR, ¿soluciona o crea problemas?

Decían que el VAR llegaba para acabar con la polémica. Y ni ha acabado con ella, ni es la solución definitiva, ni es la herramienta ideal. Pero es que, además, genera nuevos debates que antes no existían. 

Lo más curioso (me despierta más pereza que curiosidad, sinceramente) es que genera situaciones surrealistas, que desconciertan, que descolocan y cada vez más me da la sensación de que las decisiones de los colegiados acaban teniendo mucha más importancia. Es decir, si la herramienta no aporta la decisión definitiva, acaba acudiendo el colegiado para resolver el dilema. Todo acaba como antes, siendo subjetivo, con la única diferencia de que antes era en tiempo real y ahora tienen el complemento de una imagen televisiva.

Sí. Seamos sinceros y justos. Soluciona problemas, pero para nada es la solución que ha llegado para salvar al fútbol. Y personalmente empieza a aburrirme. Sobre todo porque en muchas ocasiones incluso viendo la repetición, incluso teniendo el complemento de la imagen televisiva, se acaban llevando a cabo decisiones que no parecen las idóneas, que no parecen las mejores, ni las correctas.

Balones que dan en la mano (este tema da para otro enfoque), acciones dentro del área que no parecen nada claras, penaltis que no se pitan... Sigo sin entender cómo funciona realmente el VAR. En su funcionamiento, concretamente. Técnicamente también podría opinar, pero prefiero centrarme en lo puramente futbolístico, porque casi que tengo más dudas ahora con la tecnología que antes.

Decían que íbamos a acabar con la polémica y que todo iba a ser más justo. Y ni una cosa ni otra. Ahora se crean nuevas polémicas con supuestas manipulaciones televisivas, con planos que no siempre son los mejores, con repeticiones que llegan en tardar cuando todos las vemos en directo (¿Cómo pueden tardar tanto en ofrecer las imágenes cuando los aficionados las han visto 3-4 veces?). Y, evidentemente, acciones que siguen sin resolverse al cien por cien pese a tener esta herramienta.

El VAR llegó para quedarse, pero me preocupa ciertamente que se dé por hecho que esta herramienta es ideal, correcta, y no se siga trabajando para ofrecer más soluciones. No sé si es que alguien ya ha hecho su negocio en la sombra y no interesa seguir buscando alternativas reales que de verdad acaben con todo este humo, pero lo lógico sería seguir buscando esa evolución que consiga el fútbol más justo.

Y todo esto sin comentar la justicia que sí hace. Evidentemente, esta corriente popular (a la que me sumo en cierta parte) recibe críticas porque sí, el VAR hace justicia, toma decisiones correctas, pero en ocasiones es estrictamente justo. Decisiones juzgadas y tomadas al milímetro que anulan cualquier duda. Justas, correctas, pero demasiado perfectas como para tomárselas en serio. Líneas de colores que dictan sentencia por un hombro, por una mano, por la punta de una bota de fútbol. Sí, correctas, bien tomadas, pero decisiones surrealistas que acaban generando de forma innata una sonrisa que entremezcla la impotencia, la desesperación y la añoranza del fútbol vintage.

El fútbol moderno tiene en el VAR una de sus referencias más absolutas. Y sus detractores acaban sufriendo más quebraderos de cabeza que sensaciones agradables.

Un servidor empieza a sentir pereza, cada vez más.